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martes, 23 de abril de 2013

Un lugar llamado Praia do Rosa


  
Música electrónica a todo volumen, paradores repletos y a esperar un largo turno para pedir algo de beber. Buscar un pequeño lugar donde clavar la sombrilla (sin lastimar a nadie) y que el mar te preste un poquito de esa ola, sin tropezar con otro argentino, que está empujando entre medio de la multitud. Bolsas, pañales, colillas de cigarrillos, papeles tirados y demás basura desparramadas por la playa. No, ese no es el lugar que les quiero contar.


Arena color pimienta blanca, un par de mujeres y hombres -desfilando- con tablas de surf en sus manos, un mar picado, hielo, lima y caipirinha para un lado. Una laguna mansa en el centro. Un par de argentinos pálidos tomando sol, un vendedor ambulante con su POSNET inalámbrico y una conservadora llena de latitas de cerveza, para el otro lado.
Ahora si estamos hablando en castellano (?). Ubicada a unos 70 kilómetros al sur de Florianópolis y conocida como una de las bahías más lindas del país: Praia do Rosa es el lugar donde pude pasar mis merecidas vacaciones. Un pueblito bien reggae con una playa en forma de herradura, vení.

¿Cómo llegamos aquí? Luego de jugar al TE-TE-TI más la info y los comentarios que recolectamos de internet llegamos a la conclusión que este sería el destino elegido. Ya comienzo a relatar un tanto en plural porque a esta aventura no fui solo.  

Seis (6) almas emprendían el viaje, la mitad ya había tenido una hermosa experiencia vacacional junta. La otra mitad, eran los vírgenes que rápidamente se tenían que adaptar. Y a fuerza de más de treinta y seis (36) horas de viaje se fusionó el equipo.
Como no existe un único medio de transporte que te deje en la playa, tuvimos que tomarnos varias historias para poder llegar a Praia do Rosa. Elegimos una casa, no nos gustó por la humedad y nos mudamos a otra de dos pisos, con hamaca paraguaya y todo. La dueña se llama o llamaba Guillermina, la extraño mucho y espero lea esto que le dedico.

Fuera de temporada significa que Ud no tiene que hacer cola, formar fila o columna para nada. A los porteños (no) les gusta eso. Mudarse de casa, ir al supermercado, comer afuera, tomar algo en un bar, tirarse en la beach a tomar sol, asaltar los negocios con la tarjeta de débito… para nada hay que esperar.
Ahora al que busca joda, fiesta y descontrol nocturno siga participando porque en este sitio no lo va a encontrar. Como lo canta Vinicius de Moraes en su famosa canción Felicidad: “Tudo se acabar na quarta-feira”. Y es así, en las playas de Brasil todo se calma cuando termina el carnaval. Y hasta el año que viene.
“Beleza Pura” era el único barcito que abría hasta las dos (2) de la mañana. Y se transformó en el punto de varias noches de tragos largos o de largos tragos, que en fin, da igual. Un boliche con mucha onda para los sábados y la casa que nos alquiló “La” Guille. De eso se trataba el día cuando ya estaba oscuro.

Una madrugada las estrellas nos iluminaron en la arena. No hacía falta ningún celular ni nada que se le parezca (me encanta decir esa frase). Sólo la luna que se encargaba de darnos toda la luz necesaria para poder hacer una buena medida de fernet y disfrutar de una playa para nosotros. Bue… había una pareja o dos sombras en movimiento, pero nadie más.
Este paraíso tiene que tener un punto negativo o algo que se le pueda criticar. Nada ni nadie es perfecto ¿no? El camino hacia el mar. Tema de debate. La distancia entre el pueblito y la playa no quedaba cerca y para llegar había atravesar el “morro”.

El “morro”, para los brasileros, es como una lomada o montañita, una cosa así, que hay que atravesar y que no es cerca. A pesar que el camino estaba marcado y había varias opciones para llegar, teníamos que caminar bastante. Mucho verde, subidas y bajadas. Consejo: No recomendable llevar la conservadora muy llena.
Este párrafo lo guardé para contar que parte de las vacaciones estuve con un oído tapado (de historias) según mis cálculos al 60%, pero aburre y me da verguenza publicar este tipo de cosas. Tampoco voy a quedar como un chef y publicar fotos de todas las cenas que cociné para todo el grupo.

Y así fueron pasando los hermosos días (algunos con lluvia y mucha caminata) dándome un lujo más en esta vida que me permite, otra vez, viajar para poder conocer nuevos lugares, personas y culturas distintas. Cada viaje te llena de “ese algo” muy difícil de explicar, pero fácil de ponerlo en la práctica: Y es tener la mochila siempre lista.