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miércoles, 10 de junio de 2015

A lo cubano


Pasen y lean.

Es trascendental saber que para abrir las puertas de este hermoso país hay que hacer lo contrario a lo que uno está acostumbrado. Imaginen estar parados frente a la entrada de casa, con la llave en nuestra mano izquierda o derecha (dependiendo el pensamiento), el siguiente acto sería introducir el metal en la cerradura y girarla, justo en ese juego de muñeca no le hagan caso a su cabeza y giren su mano para el otro lado. El lado cubano.

“Sobre el mapa de este mundo 
Y desde lo profundo de mi corazón siento nostalgia, 
Una extraña sensación como añoranza 
De esta distancia 
Que se interpone. 
Que regresaré bien se supone 
Y eso me pone el hombre más feliz por un segundo”.

“Hemos fracasado los dos. Cuando nos quitemos las caretas, seremos enemigos frente a frente” El Che Guevara.
Lo primero que hay que sacar es el pasaje, luego los prejuicios. Una vez realizada la tarea asignada podemos comenzar… ¿muy difícil dejar a un lado esa mochila pesada y llena de prejuicios, verdad?
Todo lo aprendido durante nuestra enseñanza primaria y secundaria correrla hacia un costado de nuestros pensamientos. Aquél tío, fanático del vino, que nos contaba sus teorías incomprobables de conspiraciones intergalácticas, llevarlas al tacho de la basura. Y taparse los oídos al que nos cuente su experiencia espectacular arriba de un all inclusive.
Cada uno tiene que tratar de formar su propia opinión escuchando, leyendo, sintiendo, pero sobre todo caminando por donde se visita. Teniendo en cuenta que esa opinión está determinada por un contexto actual y una historia, que en algunos casos, está muy latente. Uno es visitante, está en un ambiente ajeno y turisteando (próxima palabra aprobada por la RAE.ES).
El amor después del amor, después del amor, que tienen por Lío Messi.
Como si fuera un jugador de fútbol profesional salí del largo túnel que conecta los vestuarios del estadio al verde césped, aquí, al terminar el recorrido, me encontraría con el aeropuerto Internacional “José Martí” de La Habana. Como todo aeropuerto el comienzo y final de todo sueño.
No aguanté la tentación y tomé un trago de prejuicios. Pensé automáticamente que al pisar terreno comunista iban a llover ofrecimientos de taxi, alojamiento, habanos, rones y excursiones. Mi barba iba a crecer como la del Náufrago y quizás firmar autógrafos y hasta algunas fotos.
La escena hollywoodense de mi cabeza era desestimada por la normalidad de cualquier aeropuerto: carteles con nombres extraños (que pasan desapercibidos) y gente que ofrecía taxis y autos de alquiler.

Joya, nunca.
El cubano hace mucha diferencia económica trabajando con turistas, sabiendo esto y para no llegar a molestarme, opté por un “no” firme, ante una tentativa de venta, que me sirvió para toda la estadía. Así nunca me sentí invadido o con la obligación de tener que comprar algo.

Podía empezar por contarles que lo que más me llamó la atención, al aterrizar en La Habana, fueron las medias negras de encaje que forman parte del uniforme de las autoridades femeninas de seguridad del aeropuerto. Dignas de cualquier obra de Botero y parte de una bienvenida muy calurosa.
Esa misma tarde jugaban Barcelona y Real Madrid, con todo un pueblo paralizado en la espera de que dos jugadores, uno de ellos argentino, hagan que sus corazones estallen de emoción. Bueno, no sé si para tanto, pero en los días posteriores al partido entendería la pasión que tienen por este deporte: no había otro tema de conversación en las calles, no se hablaba de otra cosa.
El paseo desde el aeropuerto hasta donde me alojaba, luego de reiterados intentos fallidos por regatear el taxi, fue en cámara lenta. Las calles, los autos, las viviendas, las personas, los semáforos, los perros, los árboles, todos los cuadros por segundos circulaban por mis ojos y mi cerebro en un tiempo Riquelmista. No, no había fumado nada.
El callejón de Hamel - La Habana.
En Cuba siempre es hoy. No se piensa en el mañana, lo importante es el día de hoy que hay que resolverlo y de la mejor manera posible. Teniendo en cuenta que temas como salud, educación, seguridad y alimentación están bastante desarrollados y no son una problemática cotidiana quizás es un poco más fácil vivir en esta isla sin progresos… ¿verdad?
Los amigos de UNICEF nos avisan que Cuba es el único país sin desnutrición infantil de américa latina y de centro américa. Sin desnutrición infantil, tres palabras. Saliendo de las zonas turísticas y caminando por la capital pude sentir que la comida no falta, seguramente no sobra. Muy difícil o casi imposible es que vean a niños pidiendo por las calles y menos que menos que encuentren a un menor trabajando.
Hasta el 2010 Cuba era el lugar en el mundo con mayor tasa de matrículas universitarias (el periodista no encontró datos más actuales) según la UNESCO, lo que nos habla del alto nivel de educación y cultural de sus habitantes. Con este dato podemos crear un hermoso debate sobre las personas que terminan una carrera y se dedican al turismo para ganar más dinero, por ejemplo, pero no me hablen de esperanzas vagas que yo estudié comunicación y tengo un trabajo administrativo. Para ganar más dinero.
Camino desde Trinidad a playa Ancón (12 km). En bici, salí tercero en la carrera.
Recorrí ciudades de toda de América del sur. Esa maldita sensación de inseguridad siempre la pude encontrar en algún momento de todos esos viajes, ya sea por algo real que este sucediendo, por algo que podría llegar a suceder asociando contextos y lugares comunes o simplemente por opiniones de gente del lugar. Aquí todo esto no existe.
No hay inseguridad, por lo menos es lo que puedo transmitir en la época que estuve: caminé y me metí por zonas en las que los turistas no transitan, caminé y me metí por zonas en las que los cubanos no transitan, caminé y me perdí muchas veces. Era común recibir miradas curiosas y gente que se acercaba a charlar, ofrecerte habanos o preguntarte de que dónde era.
Escritor, periodista. Se divorció varias veces y con problemas de bebida.
Una noche buscando el regreso a home, luego de una histórica degustación de ron, un señor me preguntó por las zapatillas que tenía puesta, me dijo que eran la última moda y nos quedamos hablando por un rato. No hubo miedo, ni intención de querer pedirme algo, era solo la curiosidad y las ganas de compartir una conversación. No me pidió ni el número de teléfono.
Forma parte del ADN cubano generar mucha confianza y seguridad. Lo que hay que tener en cuenta y ser pícaros cuando este tiene alguna intención de ofrecerte algo (en la mayoría de los casos habanos) pero si está claro que no se trata de una transacción, se puede recibir mucha ayuda.
Pescado, birra y béisbol.
Puedo dar fe que en Cuba yo vi a la felicidad. Imaginen a una señora bien culona, con una remera de estampados fucsia llena de flores, color de piel café con leche con tres medialunas, dos bolsas en una mano y una cartera del año del jopo en la otra. Un poco de transpiración en su rostro y una gran apertura en su boca con una sonrisa de oreja a oreja que nos deja ver, además de todos los dientes y encías incluidas, la felicidad de vivir solo el momento.
 “La historia me absolverá” Fidel Castro.
Parando un poco la oreja y caminando por las calles te das cuenta que el cubano, en su arte por conversar, te envuelve con sus cuentos, sabe de la realidad del mundo, y especialmente sobre la latina. Así tuve la suerte de conocer muchas historias y que esas historias me conozcan a mí.
“Sin casa propia, un hombre no existe”, ese cross a la mandíbula me tiraba un ex boxeador -su nariz lo delataba- mientras escuchábamos a un grupo que interpretaba canciones clásicas de salsa en el patio interior del Hotel Nacional. Este nuevo amigo y su prima a los diez minutos de charla ya me invitaban a comer y a conocer a su familia. Este muchacho dejó el deporte de golpes para dedicarse a ser Chef, el cuadrilátero por la cacerola.
 “Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos”. Carta de despedida del Che.
Lo que aprendí con todos los viajes que tengo guardados en mi mochila es a decidir rápidamente con que persona quiero continuar o no el rumbo. “No hay más para ver en Cuba: es todo ruina” me decía un displicente compañero en una excursión hacia el valle de Viñales ubicado en la provincia de Pinar del Río.
Algo de razón tenía el centroamericano, hay muchos edificios que están en ruina, otros en un largo y lento proceso de restauración. Yo lo viví a todo como un gran museo. No solo las estructuras y construcciones quedadas en el tiempo, también lo llamativo está en los autos que son reliquias andantes salidas de una película de los años 50. Los de mejor estado se usan para paseos turísticos y los más decadentes se usan como taxis compartidos.

“Culpa tuya se instauró el comunismo” me acusaba, al escuchar mi acento argentino, un cubano que vivía en EEUU y venía de vacaciones a conocer su propio lugar de nacimiento. Solo pude contestar con una gran sonrisa, no estaba en condiciones de tener un debate sin conocer un poco de su vida y el tiempo jugaba a ser mi enemigo.
O mi cara.
La alternativa al hotel es buscar una casa particular para alojarse. Repartidas en puntos estratégicos y muy bien identificadas por un cartel en su entrada. Como medida para incentivar un turismo más económico y salida laboral para el cubano, cada familia puede, cumpliendo ciertos requisitos en su hogar y aportando lo correspondiente al estado, tener una habitación en la cual hospedar a un turista y sacar un buen rédito económico.
Con un precio estándar en todas las ciudades que recorrí, la mejor forma de conocer Cuba es dormir en estas casas. Tuve la suerte de conocer varias familias y ser un integrante más por varios días, en especial en La Habana donde el cariño, la amabilidad y el cuidado que recibí fueron realmente increíble. Hasta se preocupaban si conseguía novia o por mi paradero si me demoraba en regresar al departamento.
Mi selfie con José Martí.
Diferente a otros países, y al nuestro en especial, no vi afiches o carteles pegados en las paredes de las ciudades con propagandas políticas. Si pintadas en muchísimas paredes con frases o los rostros conocidos de Fidel, El Che y Camilo Cienfuegos. A no olvidarse de José Martí, que fue para ellos el emblema más grande de todos. Monumentos de estos próceres cubren espacios públicos en cada rincón de la nación.
Tan colonial como turística: Trinidad.
Ir caminando por cualquier calle, de cualquier ciudad, de cualquier tierra y chocar con cualquier persona por estar prestando atención al teléfono móvil, y no al mundo exterior, es una situación muy frecuente y cotidiana.
Si bien en Cuba los celulares todavía no forman parte del cuerpo, como una extensión más del brazo, se puede ver en todas las veredas distintos conjuntos de personas agrupadas: intercambiando opiniones, discutiendo, elevando el tono de voz, riendo, haciendo distintas caras o emoticones y expresando sus sentimientos públicamente. Nunca había visto tantos y diversos grupos de whatsApp en carne viva.
Rey de la salsa. Boloñesa.
No buscar internet durante todo el viaje fue una decisión personal y que el contexto cubano ayudó. Si bien existen los cybers y en algunos sitios hay wi fi, determiné que no iba a ser necesaria la comunicación virtual con el universo superficial (?). Con algún que otro mensaje de texto a mi familia era suficiente para dar señales de vida en esta parte del continente.
Al principio fue extraño no tener un celular con quien conversar, volver a ser un ser social no es algo que me cueste demasiado, pero uno necesita un empujón de esos que la soledad nos regala para integrarse rápidamente a la sociedad. El teléfono se transformó en un despertador común  y corriente. Pasé la barrera de los doce días sin internet, quizás entré al libro Guinness.
Yo fui a las playas de Varaderos. Es remera.
Otro patria donde no encuentro a la mujer de mi vida, aunque me llamó la atención cruzarme con un par de mujeres con sombras poderosas de bigotes a lo Frida Kahlo, que puede ser una moda muy particular que corre el riesgo de viralizarse por todo Latinoamérica. Por momentos sentí que volvía al pasado y estaba en un banco de mi colegio primario y esos bigotes eran de mis compañeras de clase. Que les mando un beso grande.
El tabaco se vende en un 90% al estado y el resto queda al propietario para vender de manera particular.
Algunos se quedarán con la imagen de un país quedado en el tiempo y sin progresos, donde todos ganan el mismo sueldo y el pueblo no se puede comprar un par zapatillas Nike. Y menos tener un celular con acceso a internet ni redes sociales. Yo me quedo con la felicidad cubana, la pizza callejera más rica y barata del mundo, el valor de la palabra, la confianza ciega y la amabilidad de todos. Un lugar donde la seguridad, la educación y la salud son pilares antes que nada.
Cada viaje nos regala una opinión según la experiencia que vivamos, mientras más lejano estemos del hotel cinco estrellas all inclusive, más cercana a la realidad vamos a estar. Y de eso se trata viajar, conocer otras escenarios, poder disfrutarlos, llegar a mimetizarse con ese contexto y tocar el cielo con las manos cuando te confunden con alguien del lugar: “¿Amigo tu eres cubano?”.
“La libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio”. José Martí.
Las realidades pueden cambiar y el ojo con las que la vemos también, durante mi viaje llegó el primer avión directo desde Nueva York con destino La Habana, estos primeros acercamientos quizás pueden cambiar un poco el futuro de la isla. Lo que nunca va a cambiar va a ser su pasado.
Con toda seguridad y aunque no sean compartidas las ideologías, los métodos, el accionar o lo que fuese, si no se hubiera producido la revolución cubana, hoy este país se encontraría monopolizado totalmente por Estados Unidos. Gracias a esos revolucionarios que lucharon por romper con el imperialismo que se venía gestando y que lo lograron hacer a tiempo.

Tan presente está la historia en el pueblo cubano que el tiempo cobra otra dimensión, el tiempo no corre aquí, porque siempre es hoy.
Pedro, ex combatiente de la revolución.