Somos un número

jueves, 7 de julio de 2016

Careta


Hasta hace seis meses que comenzaron las amenazas. Una llamada anónima dio la pista de largada, una voz con tonada extranjera era contundente: “ud sabe demasiado”.
Luego fueron mensajes de texto, emails, comentarios en redes sociales, el timbre que sonaba a deshora, y hasta en la calle sentía miradas. La paranoia me perseguía de día y en sueños. En todas partes esas tres palabras, el mismo contenido me abrumaba casi cotidianamente.
Comencé a averiguar qué era lo que yo sabía. Usando métodos muy básicos hasta otros más estudiados, pasé por mi familia y amigos recorriendo todo tipo de preguntas, pero sin contar el verdadero objetivo de mi preocupación. No sabía quién o quiénes eran, qué querían, no sabía cómo actuar.
Fui hacia las personas con menos confianza o nuevas, por llamarlo de alguna manera, y me acordé de una chica brasilera con la que había hablado en un recital. Estos nuevos grupos de percusión aglomeran a un nicho extranjero interesante, y yo estaba ahí.
Intentando llamar la atención de la señorita, le conté la aventura de aquel manuscrito mojado y perdido allá en el tiempo, junto a una teoría que explicaba que Tucumán, y quién sabe que otro lugar, pertenecían a Brasil geográficamente, y que algo había pasado en el transcurso de la historia que había cambiado.
Un vaso rodó por el suelo y solo vi correr a Tamara con sus chuecas y flacas patitas, que despavorida, salía por el patio mientras los tambores custodiaban su huida cual danza africana. No entendía nada.

Eso, y solo eso, era lo único extraño que me había pasado en el último tiempo. Suficiente para alimentar un monstruo y una docena de fantasmas en mi cabeza.
Relacioné todo automáticamente: Brasil, Tucumán, lo que yo sabía y mi persecución, por supuesto. Había algún hecho que no podía saberse y el tiempo fin para que salga a la luz ya se estaba cumpliendo. Tenía en mis manos, o en la de algún basurero municipal, información histórica.

La investigación empezaba realmente. Invertí cientos de horas en internet en la búsqueda de algún documento que relacione el país vecino con nuestra provincia. Relacioné el escudo y bandera de Tucumán alucinado un parecido con el del estado de Porto Alegre y hasta videos de Mercedes Sosa cantando para miles de brasileros junto a los más grandes cantantes de ese país.
Me pasaron el dato que en la oficina de turismo había una biblioteca donde trabajaba un viejo brasilero que podía ayudarme. Armé algunas preguntas puntuales, para no perder más tiempo, y me dirigí para el lugar. Un oficinista con cara de oficinista me dijo que el viejo llegaba más tarde.
Di una par de vueltas por el salón principal, para hacer tiempo, y me crucé con otra cara, poco conocida, pero bien recordada, un guiño de ojo y el disco duro de mi cabeza me transportó a la noche de los seis brasileros. Era el que se había retirado primero. Me temblaban las piernas.

Perseguido por esa mirada salí del lugar en busca de alguna máscara en la que pueda refugiarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Beber con moderación.