Somos un número

jueves, 7 de julio de 2016

El tres


Mochila al hombro salí del trabajo, había sido uno de esos días en que te pesa el cuerpo de tantas cosas que le agregan a tu cabeza.
En la parada del bondi estábamos los de siempre, “no somos más que diez” cantaba el de seguridad de la empresa, que ahora formaba parte del equipo de espera. Hacía poco le habían robado su moto, era un mortal más.

Sentía una mirada extraña y penetrante sobre mi persona, pero eran más fuertes las ganas de llegar a casa, que de averiguar de qué se trataba. Ya dentro del colectivo, y con un panorama más amigable, empecé a buscar entre todos los rostros que emulaban cansancio esa noche.
Como un rompecabezas fui probando todas las fichas, quedaban afuera el chofer y el de seguridad que estaba a la par mía. Llegué a uno de los últimos asientos, donde una mujer de pelo corto, piel blanca, pecas y mirada perdida en el suelo, trataba de engañarme con su inocencia. No había dudas.
En un episodio confuso, dejé cantando solo a mi compañero de viaje, aproveché la ocasión y me cambié de lugar. Desde allí no podía intimidarme, a menos que logre girar el cuello 180 grados y eso sería muy escalofriante. En la siguiente parada, ella movió el ajedrez para poder continuar con su plan.
Dos cuadras faltaban para llegar a casa, pensé en bajarme antes o quizás después, pero toqué el timbre que anunciaba mi destino final, en la dirección correcta. Cerré los ojos, mientras se detenía el vehículo, para no ver si ella también descendía conmigo.


Se bajaron dos personas. Una era yo.

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