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jueves, 7 de julio de 2016

La Mary


La señorita Mary no solo marcaba la recta final en el paso hacia el secundario, ella era la señorita que todos en el colegio querían tener. Ya desde los primeros grados llegaban los rumores que era la mejor del mundo. Luego lo comprobaríamos.
Si te dolía la panza, podías llamar a casa para que te busquen. Y si no habías estudiado, te daba otra oportunidad siempre. Hasta nos enseñó las calles de San Miguel de Tucumán, cuando se enteró que no las sabíamos. Ella quería que todos aprendieran de verdad.

Desde hace unos años que la señorita Mary ya no está.

Y esa mañana tampoco era ella, no podía serlo. Por más que su voz y movimientos eran los mismos, su mirada era otra. Al grito de “saquen una hoja” entró al aula. Nunca nos había gritado.
¿Quién era esa mujer que se había disfrazado de nuestra amada señorita Mary?
Yo no tenía una hoja, ni una lapicera, y ni siquiera el uniforme del colegio puesto. Mi barba, de una semana, tampoco se adecuaba al contexto de mis compañeros, que ya todos -muy estudiosos- tenían listo lápiz y papel para rendir ese dictado sorpresa:
-careta, fue la primera palabra.
-pior, continuó.
-otario.
-direto.
-havia. Así lo escribió una compañera que estaba sentada a la par mía. La seño pasó por ahí y asentó con la mirada.
-fajuto.
-já era.
-Onibus
-ato.
-uísque. Justamente, ¡Cómo me tomaría uno!
-confito.
-livre.
-veiculos.
-proibido.
-desenvolvida.
-governador. Esa fue la última.

Me desperté muy angustiado por esa pesadelo.

Lo curioso era que, recordando el sueño, todas aquellas palabras mal escritas en español, estaban perfectas en portugués. Y si tenemos un conocimiento más avanzado de nuestro idioma nativo, todas forman parte del “tucumano básico”.
Sí, si abrimos campamento al glosario tucumano no había error alguno. Todos se sacaron diez.
Menos yo.


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