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jueves, 21 de septiembre de 2017

La ofrenda pagana: Casabindo

A 272 kilómetros de San Salvador de Jujuy hay un pueblo que se siente vivo un solo día al año.
Pero no es un lugar fantasma, 27 familias lo habitan.
Todos los 15 de agosto más de tres mil personas visitan Casabindo para sentirse parte de las fiestas patronales. Suben, (a 3500 metros de altura), desde distintos puntos de la provincia, familiares de lugareños, turistas jujeños, algún puñado de extranjeros y curiosos de otras partes del país, que se enteraron que aquí pasan cosas distintas.
El pueblo se compone de una iglesia, que data del año 1722, con el alias de “La Catedral de la Cumbia”, digo “La Catedral de la Puna”; una escuela, que hace de hostel en esta época festiva; un par de casas de adobe, que actúan de quiosco o restorán, según las necesidades; y una plaza, que es el escenario central de la jornada. En 2017 inauguraron nuevos baños públicos.
Si bien, antes del 15 de agosto hay algunos eventos religiosos, el plato fuerte se come ese día en el cual se celebra la Asunción de la Virgen María. Hasta ahí nada fuera de lo normal en la cultura latina creyente. Pero el modo de festejarlo no es solamente ir a misa, cantar unos salmos y arrepentirse de los pecados: aquí hay corridas de toros. Sí, de TOROS.

Traca la palanca que no hay toros de lidia como en España, ni tampoco hay derramamiento de sangre por parte del animal. El “Toreo de la vincha”, como se llama la celebración, es la única manifestación taurina de la Argentina, y consiste en sacarle una vincha, con monedas de plata, que tiene el toro amarrada entre los cuernos. Una bomba de estruendo anuncia el comienzo del juego.
Cuenta la leyenda que Cruz Tabarca fue el primer torero en Casabindo (andá a chequearlo) cuando le hizo frente a las leyes Indias impuestas por los reyes católicos. Como lección de la continua desobediencia de Cruz, un 15 de agosto, los españoles lo pasearon y humillaron por la plaza principal y largaron a enfrentarse con dos bravos toros. Murió, no esperen otro final, pero le dejó a la Virgen una vincha con unas monedas de plata al grito de “LIBERTAD”.
Hoy los osados toreros vienen de múltiples partes de la provincia a mostrar su valentía y ofrecer a la Virgen su honor y respeto. Con una capa roja, pero sin traje de lentejuelas que lo proteja, con uno o dos tragos de vino en caja, pero sin un estoque o espada para linchar a la bestia.

El show alrededor lo pintan comerciantes, de toda la Puna, que arman carpas con venta de artesanía y diversos puestos de comidas típicas del norte. Los santos y las vírgenes salen de la iglesia acompañados por los fieles y van a deambular por el lugar. Trompetas y otros instrumentos de vientos los acompañan. Hay bailes y bandas en vivo.
Casados por el sol, las selfies con los toros, y antes que caiga la tarde, los visitantes arrancan la vuelta en la que deben recorrer 55 kilómetros, por la misma ruta de tierra y polvo, hasta llegar a Abra Pampa donde tocaran pavimento, señal en su celular y “civilización”.
Casitas de adobe, una iglesia, una escuela, unos baños (nuevos) y una plaza. Todo árido rocoso y mucha tierra. Pero no se preocupen que el pueblo quedará con su paisaje casi desolador, por el momento, y sus 165 habitantes que lo moran día a día. Ellos se quedarán defendiendo sus tradiciones -como lo vienen haciendo- hasta el próximo 15 de agosto donde todos podremos sentirlas.


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