Había una vez un niñito que se portaba muy mal, tan mal que se fue al diablo. Había otra vez, otro niñito que jugaba muy mal, tan mal a la pelota… que jugó con el diablo.
Invitación telefónica. De un día para el otro, no había tiempo de pensarlo mucho. “Mañana jugamos en Villa Domínico. Sí donde entrena el Rojo”. Fueron las palabras de Juanjo Bondarczuk. Sin antes despedirse con una pregunta normal para cualquier personaje que guste del futbol: “¿Tenés botines?...” ¿no será mucho?
Subte, tren y auto me llevan hasta el complejo del Fútbol Club Independiente. No ver ningún carro “normal” me da un indicador que los muchachos no piensan en la quita de los subsidios. Los jugadores profesionales, digo.
Se forma la agrupación de periodistas -y no tanto- entre los que figuraba mi nombre. “Pibe, sos titular...” Mentira. Éramos nueve hombres, mi titularidad no era duda. Entre los convocados nuestros estaba el diablo.
Al frente con pechera negra: algún que otro ex jugador, empleados del club y profes. Ah, nuestra pechera era de color Orange. Y el encargado de repartirlas fui yo.
Siete goles para los de pechera negra. En dos tiempos de 30 minutos. Dos goles para los de pechera naranja. Paliza.
Mi actuación en la posición de lateral izquierdo: tres pases bien (no se con que pierna, las dos son derechas); tres pases mal; Ningún tiro al arco. Subidas a lo Juampi Sorín o Avión Ramirez con peligro, ninguna.
Mi actuación en la posición de portero: atajadas tres. Una copada con travesaño para la foto. Goles recibidos en tres ocasiones. BLOPERS: UNO. Tribuna de obreros riéndose del mismo hecho, ocho personajes.
Parte del plantel perdedor, Cristian Requelme y un vendedor de fantasías, que jugó en nuestro equipo, cerramos el tercer tiempo en un clásico puesto de chori, entre otros artes culinarios, al frente del complejo. Entre cervecitas, y chegusanes de Bondiola. Ese partido lo ganamos fácil.
La amistad y el reconocimiento del diablo fue en el mismísimo infierno de Avellaneda unos días después. Cuando este personaje ingresó al teatro a cumplir con su papel. Él entregaba chupetines y paletas para la platea; yo repartía revistas (@pasion Roja). Un abrazo selló la amistad con el diablo, pero uno disfrazado. No vaya a ser que mi mamá crea que es el de verdad.