Buenos Aires, Argentina. El caminante venía con su nota
escrita en las paredes de sus neuronas, listas para ser desplegadas en páginas
de una red –dónde no pueden ponerse amarillas-. Toda una nota terminada, digo.
Toda.
Y REdepente… ¡Paren las rotativas! Un evento de mayor
trascendencia, para quien les escribe, hace que la película se detenga y
comience el debate. ¿Qué hacer? ¿Qué escribir? Dos temas distintos, dos
experiencias paranormales que merecen ser transmitidas. ¿Tendrán un hilo
conector? Eso lo veremos ahora.
Una mañana distinta. Me levanté temprano en mi día de
descanso, no salí la noche anterior, por lo que mi cuerpo se encontraba fresco
como una naranja recién robada del patio del vecino, el tiempo decía lo
contrario: más de 35 grados. Arriba de la cama.
Mientras hacía un repaso por mi red preferida Twitter vi una
noticia que paralizó mi estado emocional: “Volcó un camión de fernet en Av.
Libertador”. ¿Algo más podía pedir? Sí, la gente se lleva las botellas
intactas. Una bomba para poder escribir una entrada para mi blog. Más que una
nota, era un sueño cumplido.
Fui a cortarme el pelo y en el camino la nota ya empezaba a
escribirse solita. Ella ya tenía nombre, pancita, dedicatoria y chistes sobre
lo ocurrido. Siempre citando la fuente ¿no? Quizás robaba las fotos…
¿Pero qué es lo que pasó? Eh ahí el hilo conector del que
les decía. Volviendo a casa con mi nuevo corte y mi chuequera característica,
siento que alguien me toma del brazo. Me detengo, autógrafos no, por favor,
hace mucho calor. Todo lo contrario.
Un oficial de la policía me frenaba, con respeto y me pedía
si podía detenerme un momento. Sí, como no. Un señor se acercaba con tono de
voz simulando paz, pero movimientos y signos físicos de mucho deterioro. Le
temblaba todo.
Policía, señor acusador y yo… el chorro. Este señor de unos
65 pirulos me acusaba que la semana pasada, por el barrio de Congreso, a la
salida del supermercado, le había robado sus pertenencias. Con la tranquilidad
que me caracteriza + un poco de risas, le dije que estaba confundido.
El policía me pidió documentos y “aaaa paaaarar…” a ninguna
parte. Conversamos un poco, el policía se puso de mi lado. El señor estaba ciego en su
causa, y agregaba a su alegato que yo había estado acompañado de una señorita en el acto. Ahí el juez
tendría una a mi favor. Hace mucho que no ando acompañado. Uno a cero.
Le dije dónde vivía, dónde trabajaba, que me busque cuando
quiera. Insisto, me sorprendió mi tranquilidad. A lo que el oficial empezó a
enojarse con el “tembleque” ya que si me acusaba tendríamos que ir a declarar y
si todo era una equivocación (¿?) yo podía tomar medidas… de fernet, claro. Dos a
cero.
En el show tomé la delantera y comencé a interrogar yo al
señor acusador, quién era y que le parecía parar a un pobre trabajador, en la
calle, para decirle que le había robado. Vamos a la comisaría, no tenía
problemas.
Bueno, en realidad me preocupaba la nota del fernet que ya
se imprimía en mi cabeza y la siesta que me iba pegar. El señor se disculpó, aclaró que no íbamos
a ir a la comisaria y el policía me dijo que vaya nomás a casa. Tres a cero.
El debate del escritor entre el fernet, un policía, San
Chorro, el señor acusador y Alvarito No está en Casa terminó. Y espero que les
haya gustado. Sólo pueden pararme en la calle, desde ahora, para acusarme de tomar
uno que otro Branca extra. Nada más. Y si hay un doble mío por ahí sacando pertenecías
ajenas, debería por lo menos darme la mitad del botín o estar más atento a las
noticias de los camiones.
Foto del Diario La Razón y del google.