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viernes, 1 de febrero de 2013

Debate de un escritor


 
Buenos Aires, Argentina. El caminante venía con su nota escrita en las paredes de sus neuronas, listas para ser desplegadas en páginas de una red –dónde no pueden ponerse amarillas-. Toda una nota terminada, digo. Toda.
Y REdepente… ¡Paren las rotativas! Un evento de mayor trascendencia, para quien les escribe, hace que la película se detenga y comience el debate. ¿Qué hacer? ¿Qué escribir? Dos temas distintos, dos experiencias paranormales que merecen ser transmitidas. ¿Tendrán un hilo conector? Eso lo veremos ahora.

Una mañana distinta. Me levanté temprano en mi día de descanso, no salí la noche anterior, por lo que mi cuerpo se encontraba fresco como una naranja recién robada del patio del vecino, el tiempo decía lo contrario: más de 35 grados. Arriba de la cama.

Mientras hacía un repaso por mi red preferida Twitter vi una noticia que paralizó mi estado emocional: “Volcó un camión de fernet en Av. Libertador”. ¿Algo más podía pedir? Sí, la gente se lleva las botellas intactas. Una bomba para poder escribir una entrada para mi blog. Más que una nota, era un sueño cumplido.


Fui a cortarme el pelo y en el camino la nota ya empezaba a escribirse solita. Ella ya tenía nombre, pancita, dedicatoria y chistes sobre lo ocurrido. Siempre citando la fuente ¿no? Quizás robaba las fotos…
¿Pero qué es lo que pasó? Eh ahí el hilo conector del que les decía. Volviendo a casa con mi nuevo corte y mi chuequera característica, siento que alguien me toma del brazo. Me detengo, autógrafos no, por favor, hace mucho calor. Todo lo contrario.

Un oficial de la policía me frenaba, con respeto y me pedía si podía detenerme un momento. Sí, como no. Un señor se acercaba con tono de voz simulando paz, pero movimientos y signos físicos de mucho deterioro. Le temblaba todo.

Policía, señor acusador y yo… el chorro. Este señor de unos 65 pirulos me acusaba que la semana pasada, por el barrio de Congreso, a la salida del supermercado, le había robado sus pertenencias. Con la tranquilidad que me caracteriza + un poco de risas, le dije que estaba confundido.
 

El policía me pidió documentos y “aaaa paaaarar…” a ninguna parte. Conversamos un poco, el policía se puso de mi lado. El señor estaba ciego en su causa, y agregaba a su alegato que yo había estado acompañado de una señorita en el acto. Ahí el juez tendría una a mi favor. Hace mucho que no ando acompañado. Uno a cero.

Le dije dónde vivía, dónde trabajaba, que me busque cuando quiera. Insisto, me sorprendió mi tranquilidad. A lo que el oficial empezó a enojarse con el “tembleque” ya que si me acusaba tendríamos que ir a declarar y si todo era una equivocación (¿?) yo podía tomar medidas… de fernet, claro. Dos a cero.

En el show tomé la delantera y comencé a interrogar yo al señor acusador, quién era y que le parecía parar a un pobre trabajador, en la calle, para decirle que le había robado. Vamos a la comisaría, no tenía problemas.

Bueno, en realidad me preocupaba la nota del fernet que ya se imprimía en mi cabeza y la siesta que me iba pegar. El señor se disculpó, aclaró que no íbamos a ir a la comisaria y el policía me dijo que vaya nomás a casa. Tres a cero.


El debate del escritor entre el fernet, un policía, San Chorro, el señor acusador y Alvarito No está en Casa terminó. Y espero que les haya gustado. Sólo pueden pararme en la calle, desde ahora, para acusarme de tomar uno que otro Branca extra. Nada más. Y si hay un doble mío por ahí sacando pertenecías ajenas, debería por lo menos darme la mitad del botín o estar más atento a las noticias de los camiones.

 

Foto del Diario La Razón y del google.