Muchos dicen que del infierno no se vuelve. Yo lo logré,
pero ya no soy el mismo.
El viernes 20 de mayo de 2016, y luego de un arduo año de trabajo,
me disponía a realizar lo que mejor me sale: no, obvio que no es escribir. Me
subía a un avión y salía -al fin- de vacaciones.
Para algunos las vacaciones comienzan cuando se llega a
destino, para otros cuando arranca el trayecto del viaje. ¿Y qué pasa si se
abre un portal en la realidad (Stranger Things) y no suceden ninguna de esas
dos opciones? De pronto me encontraba ya en mis vacaciones, pero sin despegar
hacia ningún sitio.
No, evidentemente no se entiende lo que intento relatar.
Vamos a hacerlo con una receta de cocina & películas:
-Colocar ¼ de la película “La terminal” de Tom Hank en un bowl
de acero inoxidable. En lo posible que esté subtitulada.
-Cortan en “relatos salvajes” todos los elementos que forman
parte de este film. No olvidar de sacar a bombita Darín del preparado.
-En una sartén con aceite de oliva calentar “el día de la
marmota” por 5 minutos de cada lado. Preferible en VHS.
-Salpimentar al gusto.
Aeropuerto internacional Ministro Pistarini, Buenos Aires.
El dubitativo piloto del vuelo IB6856 nos informa que, luego de varios
intentos, el avión no va a despegar. Un supuesto problema del motor de la nave,
hace que el sueño de 400 personas quede frustrado.
Lo que sigue, ya se pueden imaginar, reclamos por un lado,
gerentes que no dan la cara por el otro. Gente abarrotada sobre los mostradores
pidiendo una respuesta. Una solución que nunca iba a llegar ese día. Aplausos,
insultos, canciones, lágrimas y gritos.
Aeropuerto internacional Ministro Pistarini, Buenos Aires.
El dubitativo piloto del vuelo IB6856 nos informa que, luego de varios
intentos, el avión no va a despegar. Un supuesto problema del motor de la nave,
hace que el sueño de 400 personas quede frustrado. Por segunda vez, por segundo
día consecutivo.
En segundos, lo que todos suponemos: la hecatombe, la
debacle total. Una seguidilla de hechos bochornosos que involucran al
comandante, las azafatas, policías de civil, niños llorando, gente corriendo
por los pasillos, valijas que caen del portaequipaje, cables de auriculares y
cinturones de seguridad transformados en serpientes y hasta doctores
socorriendo a una mujer con un supuesto acv. Un paisaje bastante alentador.
Hasta que un escuadrón de policía rodeó e ingresó al avión
para calmar el avispero interno del penal, digo del panal. Custodiados,
escoltados y obligados a realizar el descenso para -así- marcar el fin(?) de la
pesadilla.
La situación se torna
mucho más compleja cuando el comandante anuncia el no despegue del falso vuelo
a la tripulación, y de pronto se desmadra todo. Pinchar aquí para leer
la previa: ===)Del infierno de Iberia(===
Si llegó a esta parte del texto, seguramente experimentó la
cruel previa que tuvo este viaje. Y si continúa leyendo es porque quiere saber
si efectivamente el avión aterrizó en el destino.
Lunes 23 de mayo, aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. El
piloto anuncia la temperatura de la capital española y luego de 12 horas (y 48
horas de demora) el desahogo se transforma en palmas y sonrisas de parte de los
400 pasajeros varados de Iberia. Algunos perecieron en batalla.
No encontré ese parecido tan notable con la ciudad de Buenos
Aires, pero al empezar a recorrer Madrid me sentí como en casa. Quizás puede
ser por la rápida ubicación que tuve al trasladarme de lugar en lugar, o más creíble, cada sitio tiene todo pensando para el turista.
Selfie I por Madrid.
El primer cachetazo que uno se lleva, al pisar suelo
español, es con el correcto funcionamiento de las cosas. Si un cartel anuncia
que el transporte público llega a la estación en 4 minutos, lo cumple. Si en la
calle hay tachos de basura, misteriosamente las personas lo usan para arrojar
los residuos. Los semáforos, al parecer, indican cuándo cruzar; y las cebras
peatonales, por dónde.
Claro que esto no significa que no se encuentren papeles en
el piso, ni gente cruzando por la mitad de calle, pero no es lo común. El
correcto funcionamiento de esta especie de micro sistemas (quería decir esas
palabras) me producen -la obvia- comparación con lo cotidiano que vivimos de
este lado del continente, y surgen preguntas sobre el por qué de esas
diferencias.
Aquí tendría que incluir muchas preguntas de las que hablaba
en el párrafo anterior, pero me quedo con la respuesta que más escuché: las
multas o infracciones. No se actúa en contra de lo establecido por la represalia o
consecuencia económica que tiene hacerlo. Y de esta manera el ciudadano hace lo
correcto. Muy simplista esta conclusión, seguro hay diversos motivos. Pero lo
dejamos para otra investigación.
¿Hermoso el Reina Sofía, verdad?
Madrid me dejó esa hermosa sensación de saber que puedo
volver el día que así lo decida, y que me estará esperando con los brazos
abiertos, una caña servida y una rica tapa lista para sentarme en cualquier
bar, de cualquier barrio, y a cualquier hora, para disfrutar de todo eso que es
la capital española.
Toledo, ahí nomá de Madrid.
El mismo concepto de orden y respeto se trasladó de sitio.
Luego de 8 horitas en bus intenté hacerle frente a una ciudad con un gran
kilombo cultural como Barcelona.
Blanquito en Barcelona.
Cometí el error de no reservar alojamiento con anterioridad,
lo que hizo que me hospedara a 30 kilómetros de la capital de Cataluña. Por
medio de la aplicación Airbnb (recomendada) una Argentina -un poco chanta- me
alquiló una polémica habitación que me hizo zafar los primeros días hasta que
conseguí un hostel dentro del kilombo.
Aquí el paisaje desolador del tren camino a Barcelona
Las Olimpiadas de 1992 celebradas en Barcelona fueron la vidriera que necesitaba esta ciudad para convertirse en el monstruo que podemos ver hoy. Gracias a la planificación y al amor por lo Catalán que resurgió luego del Franquismo.
Recuerdos de Franco en Barcelona.
Plagada de extranjeros que la habitan, ya sea en búsqueda de
trabajo, estudio, calidad de vida, fiesta, negocios o por la razón que sea, la
ciudad ofrece diversidad en todo momento. Quizás es una misma rueda que se retroalimenta
constantemente.
Guadí y La Sagrada Familia. Selfie II.
Mes que una selfie.
Al mismo tiempo, toda esta multiplicidad de colores viven
conjuntamente (y contradictoriamente) en un lugar que lucha por su
independencia, que tiene un idioma, una historia, una gran economía, una vida
cultural y política distinta a la del resto del país. Ah, y una genial manera
de festejar navidad. Se las dejo para que averigüen.
Y también tiene refugiados. Como toda Europa.
Guarda que te coge el tren en Sevilla.
Así, con el poco recuerdo que todavía mantengo vivo de mi
abuelo, me mandé para su lugar de nacimiento: Andalucía. Con la premisa básica
de averiguar de qué equipo de fútbol fue hincha. Las opciones barajadas giraban
en un porcentaje parejo entre el Sevilla o el Betis
Sí o sí hay que tomar una birra por las callecitas de Sevilla.
Perderse por las calles de Sevilla es parte del
recorrido obligado. Pisé suelo Andaluz (luego de unas 14 horitas en bondi) y
comencé a caminar sin una dirección fija, imaginado que quizás por ahí o por
allá, o tal vez por esa cuadra tan angosta, que no puede transitar un auto, un
día, hace mucho, pero muchos años, mi abuelo Paco también caminó.
El ayuntamiento de Sevilla.
Sevilla “La Linda” tiene un casco histórico y colonial que
se puede comparar y encontrar algún parecido con la provincia de Salta. El amor
por el flamenco, explotado turísticamente en toda España, tiene el
mismo gustito y pasión que se siente por el folclore en el norte de Argentina.
Flamenco escondido.
El sol de la primavera, en este lado del país, pega más
fuerte y te anuncia la violencia del próximo verano. Poco fue el
tiempo que tuve para recorrer esta ciudad que parece, por momentos, como si
estuviera dibujada. Repito, poco, pero intenso, quizás de la misma manera que recuerdo a mi abuelo.
Ah, me dijeron que de San Lorenzo. Paco era hincha de San
Lorenzo.
Te amo.
Chorizo fetiado, me quiero casar con ud.
Cruzar el charco era algo que tenía pendiente desde que me
picó el bicho que te hace salir de casa con la mochila puesta. Imaginé
distintos escenarios, durante años, en los cuales siempre había un
condicionante que me impedía viajar: el tiempo.
Y el dinero, por supuesto. Con tantos lugares para elegir,
quedarse con uno en un puñado de días significaba una decisión a la que no
quería enfrentarme. Pero un pasaje accesible cambió todo.
Se puede. Pocos días en pequeñas partes del pequeño país
ibérico me colmaron de sensaciones, olores, comidas y paisajes que quiero
repetir. En lo posible, por otra línea área que se dedique al transporte de
pasajeros.