Somos un número

jueves, 29 de septiembre de 2016

Aquí no hay sorpresas: Cristiano, Lío y Paco.

La situación se torna mucho más compleja cuando el comandante anuncia el no despegue del falso vuelo a la tripulación, y de pronto se desmadra todo. 

Pinchar aquí para leer la previa: ===)Del infierno de Iberia(===

Si llegó a esta parte del texto, seguramente experimentó la cruel previa que tuvo este viaje. Y si continúa leyendo es porque quiere saber si efectivamente el avión aterrizó en el destino.
Lunes 23 de mayo, aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. El piloto anuncia la temperatura de la capital española y luego de 12 horas (y 48 horas de demora) el desahogo se transforma en palmas y sonrisas de parte de los 400 pasajeros varados de Iberia. Algunos perecieron en batalla.
No encontré ese parecido tan notable con la ciudad de Buenos Aires, pero al empezar a recorrer Madrid me sentí como en casa. Quizás puede ser por la rápida ubicación que tuve al trasladarme de lugar en lugar, o más creíble, cada sitio tiene todo pensando para el turista.
Selfie I por Madrid.
El primer cachetazo que uno se lleva, al pisar suelo español, es con el correcto funcionamiento de las cosas. Si un cartel anuncia que el transporte público llega a la estación en 4 minutos, lo cumple. Si en la calle hay tachos de basura, misteriosamente las personas lo usan para arrojar los residuos. Los semáforos, al parecer, indican cuándo cruzar; y las cebras peatonales, por dónde.
Claro que esto no significa que no se encuentren papeles en el piso, ni gente cruzando por la mitad de calle, pero no es lo común. El correcto funcionamiento de esta especie de micro sistemas (quería decir esas palabras) me producen -la obvia- comparación con lo cotidiano que vivimos de este lado del continente, y surgen preguntas sobre el por qué de esas diferencias.
Aquí tendría que incluir muchas preguntas de las que hablaba en el párrafo anterior, pero me quedo con la respuesta que más escuché: las multas o infracciones. No se actúa en contra de lo establecido por la represalia o consecuencia económica que tiene hacerlo. Y de esta manera el ciudadano hace lo correcto. Muy simplista esta conclusión, seguro hay diversos motivos. Pero lo dejamos para otra investigación.
¿Hermoso el Reina Sofía, verdad?
Madrid me dejó esa hermosa sensación de saber que puedo volver el día que así lo decida, y que me estará esperando con los brazos abiertos, una caña servida y una rica tapa lista para sentarme en cualquier bar, de cualquier barrio, y a cualquier hora, para disfrutar de todo eso que es la capital española.
Toledo, ahí nomá de Madrid.

El mismo concepto de orden y respeto se trasladó de sitio. Luego de 8 horitas en bus intenté hacerle frente a una ciudad con un gran kilombo cultural como Barcelona.
Blanquito en Barcelona.
Cometí el error de no reservar alojamiento con anterioridad, lo que hizo que me hospedara a 30 kilómetros de la capital de Cataluña. Por medio de la aplicación Airbnb (recomendada) una Argentina -un poco chanta- me alquiló una polémica habitación que me hizo zafar los primeros días hasta que conseguí un hostel dentro del kilombo.
Aquí el paisaje desolador del tren camino a Barcelona

Las Olimpiadas de 1992 celebradas en Barcelona fueron la vidriera que necesitaba esta ciudad para convertirse en el monstruo que podemos ver hoy. Gracias a la planificación y al amor por lo Catalán que resurgió luego del Franquismo.
Recuerdos de Franco en Barcelona.
Plagada de extranjeros que la habitan, ya sea en búsqueda de trabajo, estudio, calidad de vida, fiesta, negocios o por la razón que sea, la ciudad ofrece diversidad en todo momento. Quizás es una misma rueda que se retroalimenta constantemente.
Guadí y La Sagrada Familia. Selfie II.
Mes que una selfie.
Al mismo tiempo, toda esta multiplicidad de colores viven conjuntamente (y contradictoriamente) en un lugar que lucha por su independencia, que tiene un idioma, una historia, una gran economía, una vida cultural y política distinta a la del resto del país. Ah, y una genial manera de festejar navidad. Se las dejo para que averigüen.
Y también tiene refugiados. Como toda Europa.

Guarda que te coge el tren en Sevilla.
Así, con el poco recuerdo que todavía mantengo vivo de mi abuelo, me mandé para su lugar de nacimiento: Andalucía. Con la premisa básica de averiguar de qué equipo de fútbol fue hincha. Las opciones barajadas giraban en un porcentaje parejo entre el Sevilla o el Betis
Sí o sí hay que tomar una birra por las callecitas de Sevilla.
Perderse por las calles de Sevilla es parte del recorrido obligado. Pisé suelo Andaluz (luego de unas 14 horitas en bondi) y comencé a caminar sin una dirección fija, imaginado que quizás por ahí o por allá, o tal vez por esa cuadra tan angosta, que no puede transitar un auto, un día, hace mucho, pero muchos años, mi abuelo Paco también caminó.

El ayuntamiento de Sevilla.
Sevilla “La Linda” tiene un casco histórico y colonial que se puede comparar y encontrar algún parecido con la provincia de Salta. El amor por el flamenco, explotado turísticamente en toda España, tiene el mismo gustito y pasión que se siente por el folclore en el norte de Argentina.
Flamenco escondido.
El sol de la primavera, en este lado del país, pega más fuerte y te anuncia la violencia del próximo verano. Poco fue el tiempo que tuve para recorrer esta ciudad que parece, por momentos, como si estuviera dibujada. Repito, poco, pero intenso, quizás de la misma manera que recuerdo a mi abuelo.

Ah, me dijeron que de San Lorenzo. Paco era hincha de San Lorenzo.
Te amo.
Chorizo fetiado, me quiero casar con ud.
Cruzar el charco era algo que tenía pendiente desde que me picó el bicho que te hace salir de casa con la mochila puesta. Imaginé distintos escenarios, durante años, en los cuales siempre había un condicionante que me impedía viajar: el tiempo.
Y el dinero, por supuesto. Con tantos lugares para elegir, quedarse con uno en un puñado de días significaba una decisión a la que no quería enfrentarme. Pero un pasaje accesible cambió todo.
Se puede. Pocos días en pequeñas partes del pequeño país ibérico me colmaron de sensaciones, olores, comidas y paisajes que quiero repetir. En lo posible, por otra línea área que se dedique al transporte de pasajeros.





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