“Si no tienes dinero para que vienes”. Esas palabras podrían haber sido expresadas por un recepcionista de un hotel 5 estrellas en Dubai, pero salieron de la boca de una amable masajista por la -tan Bristol Beach- de Cartagena. Literalmente echado.
El calor, el sueño, el peso de la mochila y treinta y cinco mil vendedores ambulantes son una combinación que pueden llegar a alterar el sentido del humor de cualquier persona normal, y en mi caso no hubo excepción.
Toda amurallada. Esta city colombiana tiene la particularidad de tener todo el centro histórico amurallado. Cual Berlín en viejos tiempos. Pero no tema, usted puede pasar para el otro lado de la serpiente sin ningún problema, si es que logra vulnerar a los comerciantes.
Durante la colonia española Cartagena o Cartagena de Indias tuvo una vital importancia gracias a su puerto. Desde hace mucho la magia está en el turismo de día y en la profesión más vieja del mundo de noche. Que conste que cuando la luna aparecía yo ya estaba durmiendo.
Poder ir a la terminal de bus y tratar de escapar de Cartagena fue una prueba complicada. Este amoroso viaje de despedida tuvo una demora de 2 horas y 45 minutos. Dos horas más de lo previsto. Al parecer tomar el transporte del lado equivocado incluye un paseo gratis por toda la ciudad: dos veces.
Dos pequeñas de 3 o 4 años sentadas en el asiento de adelante con su madre jugaban con sus trenzas de pelo. De pronto una fila de militares detienen la buseta donde viajaba. El chofer muestra un papel y avanzamos nuevamente. Las pequeñas sacan sus manitos por la ventanilla y chocan los 5 (give me five) con todos los militares armados. Estos comparten la broma y uno por uno esbozan una sonrisa.
Para algunos sitios hay que estar más preparados física y psicológicamente que para otros. Siempre hay revancha para volver y tener una mirada distinta sobre el lugar. Acepto el reto, si es que la masajista me deja volver.
Qué diferentes son las sensaciones.
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