Caminaba por el interior de las calles del barrio porteño de
Belgrano, cuando una voz llamó mis sentidos con las siguientes palabras: “los
napolitanos están todos locos”.
Era un padre que contaba orgulloso, a un amigo, las
travesuras de su hijo por el viejo continente. Mientras yo escuchaba la
conversación de este señor, en una pared de una obra de construcción (hoy un
gran edificio) estaba una gigantografía de YPF con la imagen del protagonista
de esta historia: Gonzalo Gerardo Higuaín.
Quizás nadie sabe que su segundo nombre es Gerardo, y no
pierdan el tiempo buscando el significado de ese nombre en google porque no van
a encontrar nada interesante, pero lo que sí es interesante es qué se les habrá
cruzado por la cabeza a Nancy y a Jorge cuando, en el pequeño pueblo Brest
(Francia), anotaron en el registro civil a su crío.
Quizás nadie sabe, pero cuando el pequeño Gerardito tenía 8
años, toda la familia tuvo que mudarse a la provincia de Tucumán, ya que el
sostén de la misma, consiguió trabajo como técnico del Club Atlético Tucumán.
¿Le habrán gustado las empanadas a los Higuaín?
¿Le habrán gustado las empanadas a los Higuaín?
Poco le duró el laburo, y en un episodio que tuvo menos claridad
que la muerte de Nisman, el técnico recogió sus cosas, de un día para el otro,
y Gerardito tuvo que dejar el glorioso colegio JIM y la ciudad, para emigrar a
quién sabe dónde.
Por esos tiempos el niño todavía no se destacaba
convirtiendo (o fallando) goles increíbles, pero si lo hacía su hermano
Federico, que apuntaba a ser el más picante de los dos y sacaba diferencia
jugando al fútbol.
La película que sigue ya la conocen todos: goles son
millones. Hasta que un día el destino lo dejó bien paradito en Italia, en la
ciudad de Nápoles. Y sabemos que en este lugar del demonio todos están locos.
Pasta, Maradona y camorra.
Gerardito, sin saber en la que se metía, hizo lo que mejor
le sale, y mucho a mucho se fue metiendo en el interior de los corazones de
estos desquiciados hasta convertirse en un pilar más. Ahora, además de la
pasta, El Diego y la camorra, estaba Higuaín, el Pipa Higuaín.
Hace algunos meses, tuve la posibilidad de charlar con dos
napolitanas. Entre cerveza y cerveza, salió el tema de una posible partida del
muchacho, si conseguía cambiar de equipo por una oferta económica mejor. Tratar
de explicarles a ambas cristianas que un trabajo puede cambiarse por otro superior,
fue una pérdida de tiempo.
Ante la traición, el amor conducido hacia la locura, se
transforma en el más bajo sentimiento que el hombre o la mujer pueden
manifestar. Algunos lo llaman odio. Las peores -y más inteligentes- destrucciones
que se hicieron en la historia de la humanidad fueron gracias a esta pasión.
Gerardito, te vendiste. Y lo hiciste por el sucio dinero.
Ojo, yo también lo hubiera hecho.