Somos un número

martes, 20 de noviembre de 2012

Un ratito de Tucumán



La situación era la siguiente: El avión estaba a minutos de despegar hacia mi provincia -de origen- y, cual película Yanqui, yo todavía no había llegado al aeropuerto.

Llegué a tiempo cuando una azafata gritaba: “Señor Alvaro Padilla, reiteramos último llamado para el señor Alvaro Padilla”. Mentira, llamaban a otro tucumano, pero vendería más la nota si hubiese pasado eso.
Dos horas después estaba en Tucson City. Mis sobrinos me recibían con un cartel muy familiar que no viene al caso comentar en detalle y listo. Alvarito estaba en casa. Había pasado más de once (11) meses y menos de un (1) año desde mi partida.

La Ichi (mi hermana del alma) preparó para agasajarme en mi bienvenida una picadita con cerveza. Estaba junto a mis hermanos y sobrinos. En un año las caras cambian, la gente crece. El cariño también. Y dentro de mis hermanos, el que salió un poco más negro por la tostadora: El Óscar. Fiel como siempre.
Un par de vueltas por la ciudad para que mis oídos vuelvan a empaparse de la tonada tan extrañada, tomar un helado, lavar el auto y dormir en mi (a) cama. Hay que viajar a Salta.
Despertarse con un beso de la mamá y del papá no tiene comparación ni descripción alguna. Se agradece al señor de arriba tener todavía esa posibilidad. Al de más arriba, no al vecino del 5to. Repito: hay que viajar a Salta.
La linda nos recibió como siempre, con los brazos abiertos. Un paseo breve, una siesta y a ponerse facheros con traje y corbata que se casa el primo. Y mira que a este primo no le dábamos un mango pal´ casorio.
“Acepto, sí, juro, prometo” Listo, uno que se va del equipo de los solteros. Iglesia, civil y fiesta. Tíos, primos, papás, hermanos, muy familiar y necesario para mí. Meneos para aquí, alguna que otra copita. Un gran casamiento. Ah… bailé casi un tema entero con mi futura ex esposa.
Rápido, que hay que volver a Tucumán. A la noche siguiente, luego de comer en casa me daba el lujo de ver a una parte de mis amigos: Bar, ponerse al día, ir a bailar (¿?) y al CERRO. Dios, ese paisaje que tiene la ciudad, la energía que me cargó. ¡Aclaro que fui secuestrado en todo momento!

Sol en la jeta y a volver a casa. El lunes tendría la gracias de ver a otra parte de mis amigos, caminar un poco y una pequeña siesta tan deseada por mi cuerpo. Un café, un pucho y volando que me espera la cena de despedida.
La mesa de los apóstoles, mi familia, besos, abrazos, preguntas retóricas sobre un regreso y un nuevo secuestro. La Banda de la Entre se hacía presente. Un par de aguas minerales, actualizarse (la tecla F5 en reiteradas ocasiones) y el vuelo de vuelta a la jungla.
Así fue: desordenado, apurado, me faltó gente, cargué muchas pilas, la familia, un casorio, más familia, amigos, un beso, abrazo y hasta la próxima. Sí, hasta la próxima.