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martes, 27 de enero de 2015

No puedo, tengo novia

Esta foto es para llamar su atención, nada tiene que ver con la nota.

Quizás una parte de mi inconsciente la intentó borrar para siempre. Pasaron largos y hartos años, pero una noche la recordé.
Aunque más importante que el proceso mental de seleccionar cierta información del pasado y componerla en una persona y traerla al presente; mucho más importante que eso, es el vínculo que uno tuvo con tal persona. Y yo tenía una novia, aunque en realidad tengo una novia. Nunca terminamos.
No hubo un chau, ni un hasta luego. Un después nos vemos, un "veme" el lunes, un te deseo lo mejor, un sé feliz. Un mis papas no me dejan, no hubo una arrinconada contra la pared de despedida, ni nada parecido. Ni siquiera hubo un último beso.
Nunca nos besamos. Éramos muy chicos o yo muy lento, esa última opción la más probable. Voy a intentar darle algo de forma y coherencia a este relato: corría el año 1998, el mundial de fútbol de Francia, la mentira de Carlos Saúl Menem (al leer ese nombre se recomienda al lector o lectora tocarse alguna parte íntima de su cuerpo) entre otras cosas que pasaban por aquel tiempo.
Había vivido algo así como doce aniversarios de mi nacimiento, estaba cursando el séptimo grado y lo que se acostumbraba, en ese momento, era realizar un viaje de egresados del colegio primario. El destino que estaba de moda era Mendoza, con la bandera de ser la provincia más limpia de la Argentina. No era muy difícil ganarle a Tucumán, en esa competencia.
Sí, las calles eran limpias, pero me encargué de sacarle fotos a todos los objetos de plásticos y papeles tirados por el suelo para así demostrarle a mi profesora que su teoría no era verdadera. Tenía una cámara de fotos a rollo y RECICLABLE. Bueno, pero eso no era lo importante, tenía que contarles como la conocí a ella.
Me sacaba de altura más de dos cabezas (no se imaginen un monstruo), su moldeada figura no respetaba su edad o su edad no respetaba su moldeada figura. Evidentemente le quedaba muy chico un contexto lleno de niños que estaban dejando de jugar a las muñecas. Ella era una mujer a la vista de todos. Y especialmente a mis ojos.
No sé qué le habrá llamado la atención de mí. Quizás fue mi corte de pelo como Carlitos Balá o mi corte de pelo como Carlitos Balá. Cualquiera de esas dos razones puede ser la que haya determinado su elección por sobre toda una manada de babosos que solo querían verla caminar. Y estar atentos al movimiento pendular de su delantera.
“La isla del Sol”, tan tanan tan tanan tan tanan tan tanan tan, esa canción que hizo conocida el grupo musical El Símbolo sonaba de fondo cuando le pedí a ella si quería bailar conmigo. Y aceptó, y bailamos, y mi cabellera se movió para todos lados. Y ahora a más de uno le dio ganas de escuchar ese tremendo hit. Y.


Por razones de seguridad no voy a decir el nombre de la protagonista de esta historia, pero lo vamos a simular como Andrea ¿Ya les conté que ni un beso le di a la señorita Andrea, verdad? La raíz de todas estas palabras es que en ese viaje, en aquella provincia, y sin muchas razones encontradas, ella y yo nos pusimos de novios.
El amor en tiempos de egresados. Al regresar a Tucumán, nunca más nos vimos. Menos nos hablamos, no es que nos tomamos una pausa para pensar bien como seguirían nuestras agobiadas vidas cuando finalice el cursado y pasemos al aterrador secundario. No había whatsApp.
Hoy, esto sería normal. Se entiende que si alguien no te busca más es porque se terminó todo la relación, no hay mucho más que hablar, pero yo les hablo de un viaje en 1998. Un peso es igual a un dólar, desde aquel momento donde existía esa burla les estoy escribiendo.
Una noche no podía dormirme, volvimos al presente 2015, no hace muchos días. Esta vez en mi cabeza no pasaba la repetición de Gonzalo Higuaín pateando un naranjazo frente a Alemania. Apareció ella, oh que bella, mágica arriba de una estrella, sube y baja, se estrella y vuelve. Me salió un reggaetón. 
Prosigo, no podía dormir y la pensé, mas no a ella, me refiero a la relación que nunca fue finalizada.
Y el fin de esta nota todavía no llega, si nunca cortamos esto quiere decir que le fui infiel (¿y ella?), tampoco hay una lista demasiado larga. Pero le mentí a mi familia, a mis amigos, a todo el mundo, incluso a mí. Tantos días de los enamorados sin regalos, sin festejos de mes, sin salidas por un año nuevo juntos. Me ahorré muchísimo dinero, pero con una mentira. Y bue.
Le mentí al Facebook. Ojo, no busco a esta altura del partido cerrar ese círculo, ni nada por el estilo, solo que quizás hoy mi inconsciente me dejó ver ese recuerdo, me trajo un poco de culpa, que quiero que sea compartida para poder hacer una catarsis gratuita y exitosa.
¿Y si nada de esto es cierto? tal vez mi mente eliminó la ruptura, bloqueó ese momento en que ella me dejaba, se deshacía de mi persona, allá en aquella no tan limpia Mendoza. Sucia seguro está mi conciencia, confundiendo recuerdos y olvidando partes del pasado, todo por conveniencia del presente y sin pensar en el mañana.
Esa chica de pechos turgentes que me llevaba dos cabezas: ¡Ay Andrea!