Somos un número

jueves, 11 de diciembre de 2014

17 llamadas perdidas

Una vez me llamaron 17 veces. En serio.

En épocas donde la simple batería de un celular duraba semanas enteras y las conversaciones -cara a cara- entre seres humanos eran frecuentes, encontré mi teléfono móvil sobrecargado de llamadas perdidas y enroscado de mensajes de texto. Ninguna respuesta.

Ranchillos es una comuna rural ubicada a 24 kilómetros de San Miguel de Tucumán y pertenece al departamento de Cruz Alta. Con una población de más de 5 mil habitantes, en el principio de los principios, todo giraba alrededor del ingenio. Hoy, este lugar cobra realmente vida, para el resto del mundo, gracias a sus carnavales.

Una sana costumbre tucumana es el uso y el abuso de las cosas. Si en el universo el carnaval dura tres días, en Tucumán dura todo el verano. Y el festejo de esta tradición se ha transformado en un culto en este pequeño y misterioso pueblo.
 
Agrupaciones de música tropical de todo el país invaden el escenario del club San Antonio de Ranchillos, terreno donde se realiza el evento carnavalero. De todo tipo, gusto, religión y color; grupo tras grupo hacen sonar sus timbales, y demás instrumentos. Y  la hinchada sentencia y responde con fervor o indiferencia a sus ídolos.

Mientras tanto, debajo del escenario el pueblo juega a mojarse con agua, mancharse con pinturas, apretar el pomo y romperse (literalmente) las vestimentas. Cualquier parecido con una serie sobre zombis norteamericana es pura casualidad.

Diario La Gaceta. Foto de Ines Quinteros Orio
Qué rollo la ropa rota que se moja por el rocío. ¿Era rosa o roja? No sé, pero estaba dentro de ese ropero de roble. Roque, mirá la roncha que tengo en la rodilla, y bueno, ella solo quería tener un romance conmigo. En mi rodado, que era como un rótulo, yo la tenía dura como una roca y le decía que conocía Roma, pero era una enorme rosca.

¡Ésta es para vos Oktoberfest! Un vaso de cerveza del tamaño de un balde de pochoclos, de su cine predilecto, lo espera dentro de un domo que protege todo el club. El contexto puede parecer una guerra, y hasta en algún punto lo es, pero su vaso permanece inmaculado, con un aura celestial que impide todo tipo de derrame o pérdida. No ingresa ningún producto externo, ni sale tampoco, a menos que ud lo autorice empinando el codo.
 
Los expedientes secretos X: Ranchillos tuvo fama internacional y fue tendencia en el ámbito fantasmagórico por una foto tomada desde el escenario en dirección a la gente. Una imagen difusa dio vueltas por todas partes hasta que, como siempre, conseguimos a un mexicano (Oxlack Castro) que se encargó de hacer una investigación con argumentos que lograron convencer a todos. Menos a mí.

El fantasma de Ranchillos. Aquí el video. 

Una vez descripto este gran lugar donde todos los años estamos invitados a vivir una experiencia única y hasta paranormal, puedo compartir una pequeña historia.
Corría el año 2006, quizás. Un domingo de carnaval, el cumpleaños de un amigo con la parrilla llena de humo. Alguna que otra bebida para refrescar el paladar y el cuerpo. El calor tucumano es el gran enemigo de la sed.
Famoso futbolista que lo agarraron infragranti en el baile.
Una idea y una coincidencia: ¡Vamos a Ranchillos! Una decisión unánime y el grupo partió hacia ese paraíso de color rojo -predominante- en todo su decorado ¿Alguna vez respiraste carnaval? Aquí podes llevarte gratuitamente las cantidades, de esa escasa fragancia, necesarias para todo un año. Hasta el próximo.

¿Cuándo uno va al infierno debe avisar antes? Un par de horas después de disfrutar del encanto del carnaval, cuando logramos salir de ese mágico edén y regresar a la realidad virtual, lo primero que hice fue revisar mi celular. Recuerden que por esos momentos no era indispensable llevar el teléfono a todas partes. Cuando vi la pantalla (monocromática) que explotaba de llamadas perdidas y mensajes inentendibles…
 
En total había diecisiete llamadas perdidas que correspondían a un solo número y a una sola persona. No vale el caso ir a etiquetar a esa novia que tan buenos recuerdos me dejó (?), pero si encontrar, después de muchos años, una respuesta para saber por qué alguien llame a otro alguien tantas (17) veces.

¿No era obvio que no tenía el celular conmigo? ¿Los ladrones contestan las llamadas? ¿Tanto crédito tenía? ¿Los celulares se pierden o se olvidan? ¿Por qué duraban tanto las baterías? ¿A las cuántas era denuncia por acoso? ¿Se sabía mi número de memoria o tenía discado directo? ¿Habrá llamado a mi mamá para saber de mí? ¿En mi casa no se preocupaban?
 
 
A pesar del paso del tiempo y varios carnavales encima, no consigo responder ninguna de estas ni otras preguntas, un tanto más interesantes, pero lo que sí puedo estar seguro es que me hubiera ahorrado toda esta nota, quizás, si seguía un gran consejo que me dio mi papá: “Si vas al infierno, mándame un mensaje de texto para que me quede tranquilo y sepa dónde estás”.